Tengo la cabeza grande, lo se por la talla de los sombreros (60 centímetros) y porque, cuando me hago fotos siempre me dicen:
"Delia, tú la cabeza hacia atrás que sino...".
Con lo del sombrero no me queda otra, y ,con de las fotos, he aprendido poco a poco a echarla hacia atrás por el bien del equilibrio en la composición del grupo.
Cabezota también soy, me empeño, a veces con demasiada fuerza, y me agarro al bolso, mientras me dicen:
"No levantes la barbilla en las fotos"; ya se lo de la cabeza y lo de la barbilla.
Los hombros también los tengo importantes, soy atlética con un montón de lesiones, de esas que no son por el deporte sino de tanto tensar y tensar la cuerda; eso, en las fotos debe notarse un montón.
También me dicen:
"Sonríe que eres muy guapa", y, cuanto más me lo dicen, más cara de tonta se me pone; hay fotos preciosas de gente seria y de mirada intensa. Yo, cuando miro intensamente acabo bizqueando y eso en una foto, no mola.
Acabo de ver esta foto, con una chaqueta que a mi me quedaría mejor, por mis hombros y el tamaño de mi cabeza; yo me imagino ahí dentro arropada por ese
semioversize que parece de prestado en una cita galante en medio de la lluvia o fruto de un robo rápido del armario masculino. A mi esas cosas me encantan.
Así es
Jil Sander, que no se porqué ha puesto una cabeza tan pequeña sobre unos hombros tan grandes, una carita tan seria y esa manera tan tensa de coger el bolso. Por algo será,
Jil Sander sabrá... porque para mi su
campaña de otoño- invierno 16/17 es: imponente, seria, y desproporcionada, igualita, igualita que mi cabeza en las fotos.
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